El Triunfo de Galatea |
Con este precioso fresco en la villa Farnesina Rafael nos muestra a Galatea huyendo del amor del cíclope Polifemo lanzándose al mar, rodeada de tritones y nereidas que, bajo las flechas de Cupido, se entregan al amor carnal, a diferencia de nuestra heroína, que renunciando a Polifemo, renuncia a ese amor terreno. Galatea aparece representada en plena búsqueda del amor platónico, del ideal de amor, que para ella es el pastor Acis, que no le corresponde.Así, para retratar el amor perfecto Rafael ilumina el cuadro de forma clásica: luz nítida, clara y pura, esos azules celestes que nos transportan a ese mundo extracorpóreo... Sin embargo no deja de revolucionar, combinando ese clasicismo con la inclusión de elementos dinámicos, pues todas las figuras están en plena actividad, y de líneas curvas en la composición del fresco. Casi se siente el aire que mueve el velo de Galatea. Lo fascinante es comparar la mirada seductora de la nereida del primer plano con la de Galatea, trascendente, mirando al cielo, iluminada por el amor neoplatónico. Con su Galatea, Rafael plasma su ideal de belleza, su canon de perfección.
Cupido y las Tres Gracias |
Pero doblemente interesante resulta después observar, en la misma villa Farnesina, este fresco de una de las logias, a mi modo de ver, una de las obras más bellas que pintó nunca Rafael, si bien no es muy conocida. La comparación entre pinturas es curiosa porque ésta no deja de ser la antítesis de su Galatea, en el sentido de que estas Gracias rezuman erotismo y carnalidad, pero sin abandonar nunca la elegancia y la delicadeza de Rafael. Delicadeza que alcanza su máxima expresión en la Gracia que se encuentra en escorzo, dándonos la espalda, en mágico equilibrio sentada sobre una nube sin apoyarse en nada más que en los dedos de un pie precioso.
Madonna Sixtina |
Y para quienes no ubicaran a los famosos ángeles de Rafael, he aquí la obra a la que pertenecen. Pero lo que merece la pena mirar en esta pintura, más allá de la anécdota de los ángeles, es la incomparable belleza de la Virgen pintada por Rafael, el color de sus ropajes, que armoniza con el rubor de las mejillas y la hoquedad en su manto provocada por el aire, que puede sentirse. El resultado es una obra que se sitúa entre lo divino y lo terrenal, flanqueada por dos cortinas abiertas que le dan teatralidad y ponen la obra en conexión con movimiento artístico posterior: el Barroco. Y los ángeles son los espectadores, como nosotros, de la teatral escena, de la aparición de la Virgen más hermosa de la Historia de la Pintura, que se inclina ligeramente hacia nosotros mostrándonos a Cristo.
Y ahora pasemos a Velázquez, a uno de sus mejores cuadros, y con él, os doy una curiosidad de Trivial: ¿sabíais que no se supo el verdadero significado de esta pintura hasta 1948, es decir, dos siglos más tarde de haberse pintado? Hasta ese momento se veía como una escena de género más, de laborse cotidianas, no se supo hasta entonces que el cuadro era una representación del mito de Aracne y el concurso de tapices que la enfrentó a Palas Atenea. Velázquez revoluciona la pintura con un cuadro que debe leerse de atrás adelante y que tiene en el tapiz del fondo (representación de El Rapto de Europa, en homenaje a Tiziano y a Rubens) la clave de su total comprensión. Y no deja de ser el cuadro una hermosa reflexión sobre el oficio del pintor, con las artes representadas al fondo e iluminadas (las tres mujeres son alegorías de la Pintura, la Escultura y la Arquitectura; el contrabajo representa a la música) en contraposición con profesiones más artesanales, como la de las hilanderas, representadas en primer plano, en penumbra. Y a mí me sigue hipnotizando la luz diagonal que, recorriendo a la diosa y a las Artes cae sobre la hilandera de espaldas a nosotros, deleitándonos con el detalle de su hombro, su cuello y su pelo recogido.

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