martes, 22 de febrero de 2011

... Nominee Nº 2. The Fighter!

 Si uno observa con atención mientras ve la nominada que nos ocupa, la maravillosa The Fighter,  será consciente de que los rótulos de combate entre Micky Ward, el inseguro protagonista encarnado portentosamente por un inesperadamente sutil Mark Wahlberg, y cada uno de sus contendientes en el ring, nunca aparecen en pantalla sobreimpresos durante la escena del combate de boxeo, sino unos pocos segundos antes, siempre sobre las calles de ese Boston tan personal que retrata David O. Russell en la que a mi modo de ver, en una carrera plagada de genialidades, es su mejor película. Creo que en ese detalle se encuentra la clave de la película: en dónde se tienen lugar exactamente los combates de la película. En cuál es el ring.


Porque no, queridos lectores que aún no habéis visto esta inmensa película, no estamos ante una "típica película de boxeo", sino ante un retrato de familia de primer orden, ante una galería de seres humanos tan reales que sientes con ellos. Personas con sus defectos y limitaciones, que se equivocan tratando de hacer lo correcto, personas con inseguridades y temores, con errores pasados y presentes. Y cuando estos personajes, dinamita a punto de explotar o ya explotada hace tiempo chocan, entonces se produce el verdadero combate. El combate que tenemos que librar cada uno cuando hemos de decidir por nosotros. La película habla de un solo combate, lleno de numerosos asaltos. 

Primer Round

Y es que esta es la historia de un boxeador que no está acostumbrado a ser la estrella. O mejor dicho, al que no le han acostumbrado. Desde que empieza la película, con ese genial rodaje de un documental para la HBO sobre la figura de Dicky, el hermano de Micky, y anterior boxeador, observamos que Micky, por tradición, es la sombra de su hermano, y siempre lo será si no comienza a combatir a los contendientes adecuados: a su propia familia, a un hermano que absorbe todo cuanto se le acerca (también en más de un sentido), y una madre que por costumbre familiar solo ha tenido ojos para su hijo "la estrella", Dicky. Desde luego, nuestro protagonista es alguien que, en el medio de tanto huracán, ya sea la madre, el hermano o las siete imponentes hermanas, ha optado por callar, por mantenerse en un prudente segundo plano y observar con admiración, pero con muchas dudas. Micky tendrá que comenzar a hablar claro, dejar de vivir para Dicky y comenzar a pensar en él, en que tal vez haya llegado su momento, en que el también necesita atención, y amor por parte de su familia. Es fascinante observar actuar a Mark Wahlberg, que en toda escena en la que es dejado al margen vemos cómo a la vez se enfurece con su familia y se cuestiona si no estará siendo muy egoísta por pensar así.  Y a la vez no deja de sentir un profundo amor por todos ellos, a quienes necesita a su lado.

Segundo Round
De pronto, Micky conoce a Charlene, una sexy camarera de Boston que le atrae, pero a la que no sabe cómo acercarse, pues no se cree muy digno de ella. Pero Charlene desde muy pronto comienza a mostrar interés por nuestro protagonista, y empieza a intuir cita a cita todas esas ideas preconcebidas que tiene sobre sí mismo, cómo menosprecia sus propias ideas y directamente las desecha, tan influido cómo está por su madre y su hermano. ¿Quién es todo el mundo? le pregunta Charlene Mi madre y mi hermano. La creación que Amy Adams lleva a cabo en esta película es impresionante, llamando la atención de los espectadores sin proponérselo. El espectador sufre por Micky a través de los ojos de Charlene, cargados de furia y preocupación, así como de un profundo amor por el personaje de Wahlberg. Pero no solo compone un papel de "novia de...", el suyo es un personaje con sus propios problemas, con entidad, de una humanidad que traspasa a todos los que la observamos (como en esa magnífica escena en el porche de su casa con Dicky). Será Charlene quien empezará a demostrar a Micky cuánto vale él por sí mismo, la que tendrá una fe inquebrantable el nuevo boxeador que comienza a gestarse en Micky, quien empezará a pensar en él. Pero Charlene empezará a darse cuenta de que se preocupa por alguien que no piensa en sí mismo, que quiere a quien no se quiere. Será Charlene la que hablando claramente con Micky, consiga alejarle poco a poco de la vampírica influencia que su familia ejerce sobre él. ¿Pero es eso lo que Micky quiere? ¿Habla Micky o habla Charlene?

Tercer Round

Y llegamos al más difícil todavía. Porque Micky tiene que luchar contra personas que a su vez están luchando. Que tal vez ya hayan sido vencidas, pero que se esfuerzan en seguir permaneciendo invictas, fuertes ante la crudeza de la vida. Contra gente a la que quiere, que necesita de su amor y que están muy heridas. Porque su hermano Dicky es una estrella, acapara la atención con su inagotable energía y su carisma arrollador, se mueve con seguridad, ya ha adoptado el papel de modelo y mentor de su hermano. Donde Dicky está no hay nadie más. Él venció a Sugar Ray... o tal vez no. Él es una estrella... llena de miedos, frustraciones y con un profundo sentimiento autodestructivo que encuentra en sus adicciones la salida a sus problemas... Pero que a la vez se las arregla para seguir siendo el héroe a ojos de todos, la estrella de su madre. Una madre tan dedicada por entero a su mediático hijo, tan desbordada por su personalidad que sin quererlo ha creado una jerarquía familiar que ella a todos ojos ve lógica. Ambos actores están arrolladores por separado, son auténticas fuerzas de la naturaleza, pero la química entre Melissa Leo y Christian Bale es a todas luces conmovedora, uno no se cansaría nunca de ver a esos dos monstruos mirándose el uno al otro con ese amor inmenso, paladeando una las palabras del otro como si ella misma las hubiera dicho, y de hecho, parafraseándolas en más de una ocasión. La escena de ambos en el coche, cantando es simplemente preciosa, y las reacciones que se desencadenan en ambos tras la reolución de la subtrama del documental de HBO parte el corazón. En esas escenas vemos que "los malos de la película" están perdidos, y con un miedo terrible a afrontar dónde les ha dejado la vida. Así mismo, la propia Charlene se vuelve entrenadora de Micky por la profunda devoción que siente ante este cachorro perdido que necesita de su cariño, pero también por lo aterrada que está de enfrentarse a las consecuencias de su vida, por no pararse a pensar en sus verdaderos problemas (de nuevo remitirse a la citada escena del porche, donde Adams y Bale desnudan sus almas haciéndose con las nuestras) . Hay quien ha dicho que la película debería llamarse The Fighters, y no podría estar más en lo cierto.

K.O.

No hablaremos del resultado de este combate, pero sí podemos decir si David O. Russell ha triunfado o no ante su particular batalla de lavar la cara a un género tan sobado y trillado como las películas de boxeo. Y la respuesta es un rotundo sí. Porque O. Russell ha decidido ser fiel a su particular forma de hacer cine, y dar una visión de la historia a través de la idiosincrasia que le caracteriza: revitalizando géneros tradicionales como ya hizo en Tres Reyes mediante la fuerza de unos personajes revolucionarios que dinamitan lo que tocan. Gracias también a una historia llena de ritmo y garra que consigue atraparnos de nuevo gracias a otra marca registrada del particular autor que nos ocupa: nos gana la profusión de inteligentes detalles en el diálogo, la manera de reaccionar de los personajes, el modo de tratar las referencias culturales que utiliza; todo llevado con una frescura tan agradable como inusual  y profundamente sugerente. Tal es la espontaneidad y la veracidad que consigue que parece todo surgir de la más inspirada de las improvisaciones. En una historia tan previsible, cada escena nos pilla desprevenidos porque no sabemos por dónde vendrán los golpes, como en el más apasionante de los combates, la vida de estos personajes está llena de constantes sorpresas, y esas sorpresas son fruto de la humanidad que con muy poca frecuencia se respira en este género. Y sí, es gracias a unos actores que nunca han estado mejor, que se apropian de unos personajes fascinantes y cautivan a la platea, de un guión mucho más inspirado de lo que parece a primera vista. Pero en algunos sectores se ha atacado la presunta impersonalidad de la puesta en escena. Nada más lejos de la realidad, quienes esto opinen no se habrán percatado de que ha sido O. Russell quien les ha ido guiando con mano maestra durante dos horas de profunda emoción por su particular manera de hacer cine, por su anárquica ideología audiovisual. Y se quedarán con el deja vu de la superficie sin entrar en lo revolucionario del conjunto. Y será una auténtica pena, porque esta película es un prodigio de personalidad, contada con una visceralidad por su creador y cuatro intérpretes entregados hasta el último milímetro de su cuerpo y alma.


Para finalizar, un recordatorio para interesados: que The Fighter tiene siete nominaciones a los Oscar de este domingo: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Secundario (Christian Bale), dos nominaciones a Mejor Actriz Secundaria (Amy Adams y Melissa Leo), Mejor Guión Original y Mejor Montaje; y una súplica: id al cine a dejaros tumbar por The Fighter.

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