lunes, 4 de abril de 2011

... Caravaggio. Dormición de la Virgen


Este cuadro causó un enorme escándalo y un fuerte rechazo en su época. Se debió a la presentación de la virgen totalmente abandonada en su muerte, con apariencia (como es habitual en los personajes religiosos de Caravaggio) de una mujer de la calle, parecía como si no se mostrara respeto a la grandeza de la virgen por mostrarla como una cualquiera. Fue muy criticado que se la presentara descalza, considerado también como vulgar, una falta de respeto a su figura, una negación a su pureza. Pero lo que conmocionó tanto fue que en todo el cuadro no hay una sola muestra de esperanza, de optimismo. Ante la dormición de la Virgen, a la que se le regala la más dulce de las muertes, un eterno descanso, la paz absoluta; todo a su alrededor es pesar y desamparo, son gestos trágicos envueltos en la eterna oscuridad del pintor italiano.

Y ahora, sin necesidad de conocer la historia del cuadro, sin apreciar el detalle de los pies descalzos ni el descuidado aspecto de la virgen como una provocación, hay algo que nos absorbe, que nos conmociona y nos llena de tristeza y fascinación. Y aún más: hay algo que nos perturba en el cuadro, que nos transmite una ambiente enrarecido, que nos provoca. Tal vez sea el rojo opresivo de la tela que cuelga arriba. Quizá nos desasosiegue el melodramático retorcerse de la mujer agachada en primer plano o las figuras de los apóstoles, con sus cabezas  agachadas proyectando las sombras que invaden el cuadro, sumergiéndose en la oscuridad que ellos mismos crean. O puede que sean las manos de la virgen, que parecen más tranquilas y en paz que nunca, felizmente abandonadas.

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