martes, 25 de enero de 2011

... Christina Rosenvinge!



Antes de seguir con el resumen musical de 2010 (del que no me olvido, pero necesito tiempo...), os presento el que probablemente sea el primer gran disco del año, "La Joven Dolores", con la Christina Rosenvinge más inspirada que recuerdo. No sé si anda alguien despistado, imagino que no, y que tenga prejuicios por sus pasados con Álex o con Los Subterráneos (que por otra parte eran geniales, pero hay gente que menosprecia esa música, qué le vamos a hacer). Pero la cuestión es que, poco a poco, Christina se ha convertido en la gran dama española de la música independiente. Y su último disco es... Dejemos que ella lo explique:

Condenada por los dioses sin su linda voz, Eco se esconde en su cueva con su dolor...

Así abre la Rosenvinge su nuevo disco, en el que ya nos va avisando: se trata de una obra de clara inspiración literaria, en concreto poética, en la que Christina ha recurrido a los mitos griegos y a evocaciones bucólicas y sensoriales. Con tan sofisticado referente, va construyendo con sus letras elaboradas alegorías, metáforas preciosas, que como sonetos renacentistas llegan poco a poco a la conclusión, a su aplicación contemporánea. Recurre a la leyenda para tratar de explicar los misterios que ahora le perturban.


Descansa, ven y duérmete. Tanta furia para qué. Canta que yo tocaré hasta que te haga volver...

A diferencia de la Christina que nos encontrábamos en su anterior trabajo, Tu Labio Superior (2008), tan optimista y entusiasta, que miraba adelante; esta Joven Dolores no solo va al pasado en busca de inspiración, sino que nos la encontramos desencantada y melancólica, resignada, lamentando el pasado o tratando de encontrar sentido a las heridas del amor. Una Rosenvinge muy poética, muy madura pero...

Te gusta echar de menos pero no sabes querer , te empeñas en atarme y luego te echas a correr, si el monstruo te da miedo ¿por qué le das de comer?

... Pero no por ello abandona esa traviesa mala leche, llena de reproche y de ganas de gritar verdades. Este fragmento, que pertenece a la fantástica e inefable canción La Noche del Incendio, que como la propia Christina ha confesado, es la canción que nadie quería en el disco, que todo el mundo le decía que no debía incluir en él, por larga, por carecer de estribillo, por su inusual ritmo, y que ayer, en la presentación cantó advirtiéndonos que igual no nos gustaba, y cuando la acababa, entre entusiastas clamores, aún parecía disculparse entre una tímida sonrisa y un "es que me gusta mucho". En esta canción arremete contra áquel a quien se la canta, contra los edificios, contra el diablo, contra Dios, sin dejar que esa mala leche amargue el sentido del humor que impregna esta canción marciana que parece una ácida serenata.

Con el verdadero amor se hacen casas de ladrillo, con esto que hay entre tú y yo solo salen estribillos...

En este disco sigue habiendo espacio para ironías sonrojantes que no dejan de ser geniales y que es una delicia vérselas decir a ella, que busca al público para que sea cómplice de sus últimas ocurrencias y parece guiñarnos un ojo. Se nota un cambio en su voz y mientras la dice parece recordarnos "si en el fondo soy una cachonda".

Era mi dulce cazador (al anochecer) me protegía su calor (al anochecer), me partió el labio con desdén, dijo "esto es amor también".

Si algo caracteriza a este disco a diferencia de otros suyos es, primero la mencionada mitología y presencia de la naturaleza y los sentidos ya mencionada; pero por otro lado nos encontramos con una mujer que no titubea ante una presentación de las relaciones personales en su vertiente más oscura y enfermiza. Sus canciones están repletas de momentos intensos, de entender el amor como esclavitud, como vampirismo emocional, como choque de egos que solo lleva a la muerte de Narciso sin haber amado nunca a Eco.

Le partió el labio con desdén...

Aún le veo en la cornisa, cada peca brillando en su piel. Sonriendo, sin camisa, no hay nadie como él.

A pesar de todo, Christina nos regala una dulce canción que es toda una alabanza al amor fraternal, a lo que vivió con su hermano en la infancia, una canción llena de gratitud y hermosos recuerdos que nos conmueve a quienes tenemos la suere de disfrutar de los mejores hermanos del mundo.

A la sombra de un abedul
vi muchas tardes pasar
ay, mi niña, su mundo azul
se quemó con la ciudad.
Agotada la juventud
solo quedaba aspirar
a otra forma de esclavitud
buscando en la oscuridad

Con esta estrofa que resume un poco el espíritu de su preciosa creación acabo la crónica de lo que ayer me pareció el descubrimiento de una exótica joya en el panorama musical español. Y una joya que se descubre audición tras audición, gracias a esa voz que me enamora y que nunca ha sonado mejor, a esas letras tan ricas y llenas de significado y detalles. A una música, a un uso de la instrumentación tan elegante y refinado, tan sofisticado como el disco en su conjunto, como la propia Rosenvinge. Una mujer que por cierto, ayer se mostró dulce y cariñosa, divertida y muy cercana, sin perder nada de ese misterio que yo me empeño en verle; ante quienes tuvimos la suerte de asistir a su presentación y mini-concierto, en el que cantó con una sensibilidad conmovedora y un sentido del humor poco habitual. Sé que es un disco que me acompañará a lo largo del año y durante mucho, mucho tiempo. Dadle una oportunidad. Si lo hacéis, seréis gratamente sorprendidos viendo hasta dónde llega nuestra música y con suerte os enamoraréis de esta Joven Dolores como estoy haciendo yo. En el peor de los casos quedaréis extrañados ante sus letras, confundidos tal vez, algo contrariados, pero conscientes de que habéis escuchado algo diferente. Y si no lo escucháis, pues simplemente cantaremos la-la-la-la-la-la-la mi pequeña Odisea no tendrá quien la lea, qué se le va a hacer...

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